¿Está Gaga? O ¿Está chocho?
¡Viejos rompen la paciencia!
Que Uruguay es un país de viejos, no es noticia. Según datos estadísticos del INE la esperanza de vida al nacer de hombres y mujeres es de 76.23 años hasta el 2010. En América Latina representa el país más envejecido, con el 18% de la población mayor a 65 años.
La cuestión es ¿qué factores hacen que nuestra
población tenga estas características?
Según estudios realizados y publicados en el Libro “Importante
pero Urgente. Políticas de población en Uruguay”
(Autores: Juan José Calvo y Pablo Mieres). El problema de la sociedad
uruguaya no es la cantidad de personas envejecidas, sino la emigración producida en los últimos
treinta años, la gran caída de los nacimientos, y el fenómeno de fecundidad
insatisfecha, donde las mujeres menos instruidas tienen más hijos que los
deseados.
Estos fenómenos se han ido incrementando década a década,
provocando que la sociedad uruguaya tenga que manejar altos costos a nivel social
y de salud, exigiéndole así a los ciudadanos en plena edad productiva, la
generación de recursos para solventar los gastos además de la implementación de
políticas sociales para adultos mayores por parte del estado.
Ahora bien, ¿qué tipo de cuidados recibe nuestra
sociedad de abuelos?
Gracias a las diferentes políticas sociales propuestas
por el Parlamento a través de las leyes 18.617 y 17.066 se crea y entra en
funcionamiento en Enero de este año, el Instituto Nacional del Adulto Mayor, que
se focaliza en la promoción integral, el diseño, la coordinación, planificación
y evaluación de las políticas sociales dirigidas a esta población.
Dentro de la ley 17066 se establecen las diferencias
de los posibles centros de cuidados para ancianos con sus correspondientes requisitos,
registros y sanciones por incumplimientos.
Analizando esta norma, me interesó profundizar en las
residencias de adultos mayores, definidas en el ART4: “se denominarán
“residencias”, los establecimientos privados con fines de lucro que ofrezcan
vivienda permanente, alimentación y atención geriátrico-gerontológica tendiente
a la recuperación, rehabilitación y reinserción del adulto mayor a la vida de
interrelación”.
La situación de las residencias de adultos mayores no
es un tema fácil, va más allá del lugar físico. Lamentablemente la información
que se brinda es escaza y puede resultar muy poco objetiva. Por este motivo se
recurrió a la opinión del Presidente de la Sociedad Uruguaya de Gerontología y
Geriatría (SUGG), el Dr. Fernando Botta.
El especialista emitió conceptos básicos e información
variada sobre la situación de los adultos mayores, los diferentes estadios que
atraviesan, la necesidad de las
residencias, además de algunas opiniones personales del especialista.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), cuando
se habla de adultos mayores, nos referimos a todas aquellas personas mayores de
65 años de edad. Siendo este tipo de personas a las que llamamos “viejos”, ya
que justamente atraviesan la vejez, una etapa de la vida.
Vejez y envejecimiento son conceptos que pueden
resultar iguales, pero no lo son. Según el Dr. Botta, el envejecimiento es el
proceso continuo que se inicia desde la misma concepción y está presente a lo
largo de todas las etapas de la vida, inclusive hasta en las “más jóvenes”.
No dejando de
lado la homogeneidad que el concepto conlleva, ya que el mismo engloba aspectos
fisiológicos, cronológicos y sociales, resultando evidente que el crecer sin
envejecimiento es inexistente.
Lo que hay que tener en claro, es que tanto el envejecimiento
como el crecimiento no son sólo la acumulación de etapas a lo largo de la vida,
sino que también la ganancia de vivencias, conocimientos y creatividad. Cualidades que en algún
momento posicionaron al “viejo de la familia” como el sabio, en un lugar de
privilegio.
Resulta interesante como se revirtió la imagen del
adulto mayor. Actualmente la sociedad se refiere a ellos como los seres
molestos, que no se incluyen en ninguna actividad.
Es justamente la nueva concepción que se tiene del
adulto mayor uno de los elementos que influye en el uso de las residencias o
demás centros asistenciales especializados en esta área. Como escape para la no
atención y el cuidado de los mismos.
Las relaciones y la existencia de redes sociales son
parte del desarrollo social del ser humano, no solo en las personas jóvenes,
sino que en los viejos también, ya que ayudan al reconocimiento de uno mismo, a
la salud y al bienestar.
Como mencionaba anteriormente, la antigua concepción y
el respeto a los mayores es eliminado.
El individuo deja de ser eje central en la familia, y resulta discriminado, ya
no se le permite vivir bajo el mismo techo. Las redes sociales de los
familiares terminan excluyéndolo, tratándolo como un niño no escuchado.
Es cierto que no solo los ancianos válidos habitan
residencias, las personas con discapacidades también forman parte de estos
centros ya que es claro que el cuidado de las mismas tiene que ser más
exhaustivo.
Mis interrogantes son, en este mundo tan apurado,
donde la base del vivir reside últimamente en el consumir ¿las familias de
adultos mayores, realmente tienen la necesidad de tener a sus padres, abuelos o
tíos en estos centros o quieren comodidad? ¿Algún interés económico? ¿Acaso, no se ejerce violencia queriendo
apartar al viejo de la familia, para que no moleste?
El enfoque de las preguntas anteriores no apunta a la existencia o no de
las residencias, sino al uso que las familias de los ancianos hacen de ellas.
El enfoque y encare que las residencias deben tener
además de la atención de la necesidades
básicas, son también: el trabajo en equipo con varios especialistas (enfermeras,
asistentes sociales, dietistas, fisioterapeutas, sociólogos) la participación de médicos geriatras, que
como comentó el presidente de la SUGG, son los encargados de tratar la salud de
las personas avanzadas en todos sus aspectos; y sin ser elementos menores, la promoción de la autonomía, el desarrollo y
la dignidad personal de los residentes.
A lo largo de los años, Uruguay ha ido modificando los
servicios brindados por parte de las residencias, donde muchas han sufrido
sanciones por incumplimientos. La situación hoy en día es variada, el estudio
de ciertas empresas relacionadas con el rubro, han mostrado la masificación de
algunos centros, y el trato “frío” que el personal ejerce hacia los residentes.
La creación de centros modernos, que tratan al anciano
en un sistema más integrado y multidisciplinario, posibilitan la atención de
las personas con un encare de seres bio- psicosociales.
Sin dejar lugar a lo importante para atender lo
urgente, y solo apagar incendios, cuestiono la intención y la necesidad de las
familias a recurrir de forma inmediata a las residencias con sus familiares sin
motivos justificados… o mejor dicho ¿Le gustaría terminar en una residencia
siendo un adulto mayor válido?
Lucía Romero Maga
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