sábado, 28 de julio de 2012

Ser “Down” en Uruguay
                 Resulta contradictoria la época en la que vivimos, dueña de una “mente abierta” dónde la información llega a todos, todavía no hemos podido lograr una verdadera inclusión social, justamente, por la falta de información real y certera que provoca el desentendimiento y discriminación hacia las personas con Síndrome de Down.

Matías con sus compañeros de trabajo.
   FOTÓGRAFO: Santiago Barreiro
       Muestra fotográfica: "Detrás de una mirada
"
El Síndrome de Down es una alteración genética. El error cromosómico consiste en la tercera copia del par veintiuno en todas las células del organismo. Se caracteriza por la presencia de discapacidad cognitiva y rasgos físicos peculiares.
Al ser este Síndrome la causa conocida más frecuente de discapacidad psíquica, y al presentar todos los casos retraso mental, la inserción en el ámbito laboral y social se les torna difícil. No por falta de capacidades si no por el prejuicio que se da por la poca interiorización e información que poseen los uruguayos sobre este tema.
La inclusión no es problema de algunos, es responsabilidad del gobierno, pero también de la población, que directa o indirectamente tenemos contacto con alguna persona discapacitada. Según un estudio realizado por CIFRA el 8% de los habitantes del país urbano comparten su hogar con una persona con discapacidad.
            Cuando hablamos de inclusión pensamos en oportunidades para el Síndrome de Down pero ésta integración es, sin duda, benefactora para todas las partes. No solo por la experiencia si no por las cualidades y capacidades que están preparados para desarrollar excelentemente en algunos ámbitos laborales.
            Al buscar un trabajo, generalmente, el joven necesita de un apoyo o guía. Si bien se da, no es recurrente que lo consiga por sus propios medios. Para esto, existen diversas entidades que los ayudan a capacitarse, relacionarse y son el nexo con la fuente de trabajo.
            La Asociación Down del Uruguay trabaja para brindar las herramientas necesarias que hagan posible una adecuada inserción social y laboral, basándose en el reconocimiento de sus derechos como Seres Humanos, priorizando por sobre todas las cosas el derecho a la vida y el ejercicio pleno de los derechos ciudadanos. Se prepara a los jóvenes en varias áreas y se les busca un puesto según el perfil de cada uno y los requerimientos que esté necesitando la empresa.
            En el ámbito público, el Estado uruguayo ha avanzado en sus políticas, es decir, ha generado nuevas medidas en el marco legislativo e impulsando planes a través del PRONADIS como por ejemplo el “sistema de capacitación laboral”, en el que participa el Ministerio de Desarrollo Social junto a diversas entidades privadas.
            Pero aún no existen medidas fuertes que ayuden a estas personas y sus familias a desarrollarse como se merecen, con menos trabas y más oportunidades. La problemática de la inclusión laboral y social no se ha tornado de discusión cotidiana en la agenda del Estado.
            Lo más preocupante es que la conciencia social en nuestro país no es basta; si bien el Estado presentó durante los últimos años diversas campañas de concientización sobre este tema, aun no está realmente arraigado en nuestra sociedad.
            El intentar otorgar mejor calidad de vida a los chicos con Síndrome de Down no es responsabilidad de las familias, ni de los gobernantes solamente, nadie es ajeno, es una realidad de todos.
Los sentimientos y pensamientos se vuelven confusos, contradictorios en sí mismos, por un lado una sociedad frívolamente estereotipada y por otro lado un mundo más abierto a lo “diferente”, pero... ¿dónde quedan los reclamos de aquellos que son discriminados por alguna condición física y/o mental? ¿Quién los representa?.
El silencio de luto de estas personas, que sin que nos demos cuenta se ven apartados por los rasgos diferentes de su cara y  su “discapacidad intelectual” son duramente burlados o llamados “mongólicos”. Que ignorancia la de aquellos, no saben lo que se pierden.

María Magdalena Prado

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