“Pueden
haber todas las facetas que vos quieras de la vida porque el teatro es el
reflejo de eso, es el reflejo de la vida, pero en otra dimensión.”
Músico, Actor, Director, Docente teatral
en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático y también de la que fuera la
Escuela de Acción Teatral Alambique,
escuela que este artista fundó, dirigió y de la que fue docente de arte
escénico.
- Mario, el
arte estuvo desde muy temprano en tu vida, pero en los inicios no solamente
desde lo teatral, sino también desde la música. Bajista y vocalista de “Los
Delfines”, considerada como una de las bandas antecesoras del surgimiento del rock en Uruguay.
¿Qué
significó ser parte de esa banda?
- - Este año
se cumplen cuarenta años desde que dejamos de tocar. Se dice que empezamos en
el 62 pero a mí lo que me marcó realmente, lo más simbólico en el sentido de la
banda y de cómo creció, fue la fiesta final del liceo Suárez. Yo empecé a
cantar, Coyo tocaba una guitarra acústica, y Chocho usó de platillo una pantalla
de metal, de las que se usan para la luz. En esa época me marcó no sólo como
individuo sino el sentido de grupo que supimos apreciar. En esa época no éramos
músicos afamados, nadie había estudiado música. Empezamos a ensayar en grupo y
sí, posteriormente uno se preocupó y empezó a estudiar.
- - Sin
embargo la banda ha sido considerada como una de las que alcanzó el nivel de
profesionalismo más alto de esa época.
- - Si,
ensayábamos incansablemente, éramos muy minuciosos y respetuosos de los temas
que queríamos hacer. No nos dábamos pausa.
Ensayábamos con alegría, no es que fuera todo rigor in extremus, también
nos tomábamos nuestras grapitas, era una cosa fenomenal. En los momentos
creativos estábamos solos, después sí venía gente amiga. Teníamos un lugar
dónde ensayar; nos parecía gran cosa tener un espacio, aunque en su momento
deambulábamos en las casas de uno y otro.
- - En el 72
la banda ya no sigue. Empieza la carrera teatral, te gradúas en la Escuela del Teatro El galpón, y
posteriormente te vas a vivir a Europa. ¿Cómo fue ese vuelco del teatro en tu vida y en el exterior?
- - La
historia fue que yo empecé a estudiar en El Galpón, y esa escuela siempre tuvo
una línea stalinslavskiana. Después fui invitado por Joselo Novoa el hijo de
Chela Meneses (Integrante del Galpón) para ir a Europa. Tenían un grupo que se
llamaba “Teci”(teatro-circo), en París, un grupo que se había formado por 5
personas, todos egresados de Lecoq, empezaron a trabajar sobre la vida de Van
Gogh, y luego presentan el espectáculo que se llamó “L'exile du soleil” (el
exilio del sol”).
- -Para quienes no conocen a Jacques Lecoq,
fue un maestro de teatro, que fundó una reconocidísima Escuela de Mimo en
París.
-
Sí, yo
iba con el objetivo de hacer Lecoq ,pero
el primer año en París me dediqué con este grupo a trabajar y no necesariamente
era Lecoquiano lo que hacíamos, sino que tenía una descendencia de Eugenio
Barba, osea, un espíritu mucho más Grotowskiano, con una concepción del teatro
mucho más físico, y quizá un poco implacable, un teatro donde siempre se dijo
que la creatividad aparece después del cansancio. Hacíamos ensayos realmente
muy intensos, muy cansadores, pero en ese momento ahí era que había que apretar
el acelerador para ver qué se encontraba en ese estado de derretimiento físico
o de acalambramiento total.
-O sea que has pasado por un montón de tamices; stanislavskianos, grotowskianos, Barba, Lecoq…
- Sí, ahí
descubrí a Lecoq. Para mí, mi época Grotovskiana, del estilo Barba ( que
inclusive estuvimos 15 días en Dinamarca fuimos al Odín, a hacer la
investigación sobre la obra )tuvo un vuelco cuando realmente llegué a Lecoq. Me
di cuenta de que Grotowsky era la noche; y Lecoq era el día. En cuanto a la
visión de las cosas, la claridad y dirección que tenía esta forma de teatro físico.
- La noche
y el día se complementan, ¿no?
-
Si, se
complementan, cómo no, pero prefiero quedarme con el día, por la luz que
aportaba este teatro y que sigue aportando. Considero que después de tanto
tiempo, 25 años que ya me volví de Europa, me doy cuenta de que fui uno de los
promotores de una cantidad de estilos teatrales que hoy día se mueven en el
ambiente teatral.
-
¿Qué es
lo más importante en un actor?
-
Lo más
importante, yo creo, es asumir con mucha tenacidad el oficio, lo que eligió
hacer. Con mucho amor, pero mucho rigor. No el facilismo. Y eso no quiere decir
que el teatro tenga que ser trascendente, también puede haber humor. Pueden
haber todas las facetas que vos quieras de la vida porque el teatro es el
reflejo de eso, es el reflejo de la vida pero en otra dimensión.
-
Además
de ser un valorado actor y director por tus alumnos, colegas, y el público en
general; Has hecho historia en el Teatro Independiente Uruguayo fundando
“Alambique “, una escuela que preparaba mucho desde lo corporal al actor. ¿Qué
proponía Alambique que fuera distinto a otras escuelas?
-
Para mí,
después de haber estudiado lo que había estudiado, de toda esa acumulación de
conocimientos todos, incluyendo al Galpón por supuesto, pero después de 11 años
de estar en Europa me parecía que acá no habían cambiado mucho las formas.
Antes de volverme, en el 86´ tuve una invitación de Héctor Guido, actual
Director de Cultura, y gran compinche mío ya que hicimos la escuela juntos. Él
me había organizado unos cursos acá, que fueron dados para la Comedia Nacional,
para la Escuela Municipal y para dos grupos que organizó SUA, la Sociedad
Uruguaya de Actores. Ahí empecé a dar esos conocimientos y me di cuenta de que
había mucha sed de técnicas nuevas, ahí
fue que asumí y al año siguiente me vine para el Uruguay a dar el
concurso en la EMAD, que previamente yo había solicitado diciendo que sería
bueno que hubiera materias como las que yo trabajaba en la escuela. Se hizo el
concurso, lo salvé y fue lo que causó que me viniera a vivir de nuevo para acá.
Para mí lo que
estoy enseñando yo, esencialmente es
teatro físico, teatro de juego. El juego en todas sus formas diversas, como el
clown, que es una dimensión muy humana; el bufón, con un humor mucho más ácido,
más irónico, es una dimensión un poco más trágica, la comedia del arte que
también es la comedia humana, la comedia de la vida; los cuenta-historias; es
decir son todos estilos que se pueden hacer aquí, en Rusia, en África Central,
y lo van a entender porque es un lenguaje corporal y universal. Al igual que la
música.
- Desde 1987 junto al equipo docente, formas a los actores de la Escuela
Multidisciplinaria de Arte Dramático Margarita Xirgu (EMAD), ¿Cómo ha sido para
ti el transcurso de estos 25 años de docencia en la escuela?
-Están siendo, porque todavía
estoy viviéndolo. Haciendo una mirada retrospectiva creo que poco a poco me fui
ganando un lugar en este Instituto de Enseñanza. Nunca tuve grandes ambiciones
de querer ser mucho. En la primera etapa tenía mucho mis energías en Alambique,
y en la EMAD tenía pocas horas de trabajo. Hasta que llegó un día en que el
Director de ese momento de la EMAD, me dijo: “lo que estás ensañando vos está
en el área de lo corporal, pero vos sos un docente de arte dramático, porque
vos estás enseñando estilos, no es que estás trabajando el cuerpo simplemente
por el cuerpo en si mismo, sino que hay dramaturgia, hay intencionalidad,
situaciones”. A partir de eso me cambió el título, pero las horas eran las
mismas. Hasta que llegado el período anterior de la actual directora de la
escuela, Mariana Percovich, se dio cuenta de que lo mío podía crecer un poco
más. Y como ella tiene una cabeza bastante innovadora, pensó que le hacía mucha
falta un “refresh” a la escuela, que no fuera tan stanislavskiana como estaba
siendo, sino darle una alternativa hacia el teatro físico y que aquél
estudiante que viniera a esta escuela pudiera tener ese complemento. Nunca se
presentó como competitividad, ninguna materia choca con otra.
- Mario, has participado en más de 30 obras teatrales, tanto en el país como
en el exterior. En el año 1998 AGADU te otorgó el premio “Musa 98” por la
coreografía y dirección teatral de la “Filarmónica Cartoon”. ¿Cómo fue la
experiencia de trabajar con la filarmónica?
- Fue maravillosa. Cuando me
invitaron me pareció maravilloso. Fue un desafío hacer un trabajo en conjunto
con el director de orquesta. En cierta forma él eligió las músicas y yo lo que
tenía que hacer era visualizarlas, meterle imagen, meterle una intencionalidad,
una situación, o una historia. Como pasó con Chaplin y el pibe; nos tomamos de
cosas bastante clásicas. Era dirigido para niños, primera premisa. Por lo tanto
tratamos de usar todos los superhéroes posibles y los antihéroes, como lo era
Chaplin. A mí lo que me maravilló fue la posibilidad de darle trabajo a tantos
actores; gran parte de ellos eran de Alambique. Apliqué en ese trabajo mi
método de trabajo en la Escuela. Que creo que fue una de las cosas que yo
impuse o importé al Uruguay, que son los “auto-cursos”.
Los “auto-cursos” empezaron a
florecer en muchas escuelas. Son la autogestión de un tema dado, y que los
alumnos lo resuelvan de alguna manera para después mostrarlo. Así fuimos
resolviendo y elaborando todo un plan de trabajo. Hasta hoy día sigo trabajando
en pequeñas o más grandes intervenciones; el año pasado fue con la OSODRE, el
director fue el mismo, Federico García Vigil.
Fue maravilloso sentir la
inmensidad de aquel Teatro de Verano colmado de gente, fueron cinco días a
lleno, nos vieron veinticinco mil personas más cinco mil que la vieron en cinco días en el Solís. Fue impresionante. Y cada
función con sus pequeños accidentes, porque es teatro físico. Bueno, Superman
se tiraba desde arriba de las canteras hasta el escenario que eran 70 metros
pasando por encima de los niños. Batman se tiraba de otro punto, a cuarenta
metros. Muy arriesgado, pero con mucha magia el espectáculo, Los compró a los
niños; y fue maravilloso haber tenido esa experiencia, acercarse a los niños y
acercarle a ellos la música clásica para que no sea un tabú, sino como con
músicas clásicas uno podía construir una historia con superhéroes modernos.
-¿Qué tenés pendiente, tenés
algún proyecto teatral a futuro?
-Oh Dios, el “a venir” lo tengo
muy incierto. Prácticamente estoy a full en la Escuela, porque me encanta lo
que estoy haciendo; además estoy haciendo un curso de capacitación para
docentes de mi materia, y enseño en escuelas privadas a modo de módulo.
-¿Volverías a actuar alguna obra
que ya hayas hecho?
-Creo que no, el desafío es no pisar el pasado lo que ya está hecho. Ahora
hay mucho “revival”, reponiendo temas, me parece muy bien porque son
generaciones que no lo han visto; pero como desafío para un actor me parece que
siempre tiene que plantearse objetivos nuevos y ver cómo se resuelven.
-¿Qué le dirías a los actores
uruguayos que hoy están en los inicios de su carrera?
-Creo que casi lo mismo que dije al inicio. Que no es ninguna magia, la
magia aparece por consecuencia. La magia del talento no aparece así nomás. Una
persona puede ser más sensible que otra, pero creo que hay que trabajar con
alegría y con rigor; pero trabajar mucho. En el trabajo se define la gente, en
las acciones, no en el “quisiera hacer esto(…)”,o “mañana voy a(…)”. No: -Hoy voy a hacer esto,
y mañana voy a ver qué sale a partir de lo que hice hoy. Haré lo mismo, lo
modificaré, lo transformaré, qué se yo; y ahí es donde va creciendo la
verdadera forma teatral. La creatividad no es estática, no es fijable, hay que
darse un espacio para la improvisación y no sentirse tan seguro en el
escenario. Sentir ese riesgo de que uno puede caer al abismo; y en esa cuerda es
donde uno tendría que saber bailar.
Ximena Granero
Comunale
Mario fue mi profesor de mímica en la Escuela de teatro independiente que funcionaba en la ACJ en 1988. Allí tuve profesores como Juan José Brenta, Juan González Urtiaga, Pedro Corradi, Roberto Fontana, (en foniatría) e Iris Mouret en danza. Fue una época increíble, de mucho aprendizaje de gente que sabía muchísimo de teatro. Lo recuerdo con cariño, vaya a saber si me recuerda... hemos pasado tantas personas por sus clases...
ResponderEliminarCon Mario compartimos rock en 1961 con bajo de cajon y el cantaba king creole . un abrazo en el tiempo.
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