lunes, 1 de octubre de 2012

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER


Resulta absurdo en pleno siglo XXI hablar de problemas que tienen origen en la irresponsabilidad y la inmadurez de la sociedad, como hechos resultantes de un proceso, justificando con ello su existencia.
Actualmente cualquiera se considera capaz de juzgar como repudiables las atrocidades cometidas en Medio Oriente, pensar que es intolerable la humillación que reciben las mujeres de otras culturas y el maltrato en situaciones como la infidelidad o la desobediencia a las normas. Se cree que la mentalidad occidental es más abierta, que no se cometen aberraciones ante los derechos humanos y que, como las damas caminan libremente por la calle, sin un trapo que cubra sus rostros son respetadas.
La violencia de género es un mecanismo que se ha empleado para subordinar a la mujer a una situación inferior a la del hombre (originada a raíz de la tradición patriarcal que la aparta de sus derechos como persona) en la que se marca la desigualdad entre la postura de ambos, donde existe discriminación con el fin de ejercer dominación desde el sexo masculino hacia el femenino, y puede percibirse en múltiples planos de la vida cotidiana.
Una supuesta justificación moral del modelo patriarcal se halla implícita en la mayoría de las religiones, que manifiestan que la esposa se debe a su marido, ejerciendo una gran influencia durante muchísimo tiempo; la exclusión de las mujeres de la vida cultural, política, económica y artística a lo largo de la historia responde a características misóginas por parte de la sociedad que ponen de manifiesto un grado de discriminación que a su vez se traduce en violencia.
La Organización de las Naciones Unidas concibe la violencia de género como un grave atentado a los derechos humanos y la define como: “todo acto basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto en la vida pública como en la privada”.
La emancipación femenina es una cuestión reciente hablando en tiempo histórico, el divorcio en igualdad de condiciones y el derecho a votar son los primeros vestigios de ello. La abnegación, el sacrificio y la sumisión fueron dejando de ser los rasgos distintivos pero a pesar de todo, los principios relativos a la igualdad, seguridad, libertad, dignidad e integridad de las mujeres son asuntos que solo se respetan en el plano teórico.
Hace menos de cincuenta años desde que las primeras organizaciones feministas plantearon la violencia contra la mujer como un problema social y no como una hecho particular, posibilitando el abordaje del tema desde una perspectiva más realista; esto impulsó ciertos acontecimientos que generaron una serie de medidas legislativas y modificaciones en los códigos penales que han tenido lugar desde entonces en diferentes países.
En este sentido resultaría mucho más útil evitar la violencia contra las féminas, echando abajo las bases sobre las que esta se asienta, promoviendo la igualdad y ejerciendo mayor influencia en los sectores vulnerables en lugar de esperar un acto de agresión para aplicar entonces las normas establecidas, sin que esto deje de ser pertinente, claro está; siempre va a ser una mejor solución la prevención de dichos hechos que la sanción posterior de los mismos. 
Mujeres de Negro es un movimiento pacifista, que data de 1988, tiene carácter internacional y rechaza cualquier tipo de violencia, su línea de actuación implica la denuncia continua de la intimidación ejercida por los distintos espacios de poder (gobierno, estado, cultura, familia, religión) hacia personas o grupos que se encuentran en situación de “no poder”. Está presente en países de todo el mundo pero cada grupo mantiene una identidad y un camino propio.
En nuestro país las manifestaciones de este colectivo se llevan a cabo en espacios públicos y con una imagen en común, el color negro, en señal de duelo por la víctimas, y en silencio, por la falta de palabras que describan los horrores sufridos por las mujeres en el mundo, y en denuncia por la ausencia voces femeninas en la historia; además un lazo blanco simbolizando la paz y el lema: “Ni una muerte indiferente”.
Si se analizan los datos obtenidos en el 2011 sobre los asuntos de violencia relativos a las mujeres en el marco del hogar o la pareja, en los casos de las denuncias la cifra rondó las 16000, mientras que en materia de muertes, en el 90% de los casos el homicida fue la pareja o ex pareja. Por ello los miembros del colectivo apuntan a la prevención y la promoción de medidas que amparen la situación de las mujeres.
La concientización acerca de la seriedad y la magnitud del problema hace que día a día haya menos temor a hablar del tema y a que quienes se ven afectadas reaccionen, esto se ve reflejado en la respuesta de la sociedad ante estas cuestiones, en el incremento de las denuncias y la dimensión y alcance que tienen las movilizaciones que pretenden sensibilizar con el objetivo de terminar con el padecimiento de miles de mujeres.
Sin embargo, todas estas medidas no bastan, ya que se siguen registrando casos brutales de violencia y discriminación. Para obtener más y mejores resultados se debería partir del planteo individual de los valores, formar estructuras individuales solidas sobre las que sea posible construir los cimientos de una sociedad madura, equitativa y tolerante, capaz de percibir los errores propios antes que los ajenos y dispuesta a solucionar sus problemas antes de juzgar los de los otros.
Nataly Medina

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